viernes, 25 de junio de 2010

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DOGMA CRISTOLOGICO

Julián M. Vélez T.
Seminario San Willibrord

Creación histórica del dogma cristológico.

Ante las diferentes herejías que tomaron la iglesia desde sus inicios, pero que no fueron resueltas sino después del reconocimiento oficial del Cristianismo como “Religión legal del imperio”, se había pasado de larga la evidente crisis que evidenciaban los diferentes rumbos, caminos y sectas al interior del Cuerpo místico de Cristo. Ante esta sucesivas crisis, donde los cristianos de los diferentes partidos y escuelas no parecían estar a la par de la ortodoxia, el Emperador trató de solucionarlo evidenciado en la residencia de verano de Constantino. La crisis de Nicea significa la separación de lo dogmático respecto a lo filosófico (posiciones gnósticas) y la orientación del Cristianismo como religión sobrenatural y del misterio. De hecho, el Arrianismo fue un intento de quitar sustancia al kerygma primitivo e introducirlo en el gran movimiento gnóstico.

Éste, haciendo de la gradación de los entes desde el Hylé al Nous esquema general de la realidad, suprimía la creación y acababa con la trascendencia. Que el Verbo no fuese consustancial, sino similar al Padre, tranquilizaba las exigencias de la inteligencia humana, pero acababa con la especificidad de la fe, la cual anuncia la existencia de un ser que puede ser sujeto de estas dos proposiciones: este individuo es hombre y este mismo individuo es Dios.

Con las definiciones conciliares de Nicea y con las subsiguientes de Efeso (431) y Calcedonia (451), “la Iglesia se separa de la concepción antigua del dios como perfección del hombre y de la religión como culto de valores intramundanos y excluyente de todo lo sobrenatural”. (Cfr. Amerio, Romano. Iota Unum. 1985)

Jesucristo no podía ser dios a la manera del César, o de los Augustos divinizados, o de los inmortales dioses de Epicuro: perfectos santos, pero de una sustancia homogénea con la del hombre. Concepción propia de los mitos Greco-romanos referente a los dioses, los hijos de los dioses, que son conocidos como “héroes”.

No podía ser aquello más allá de lo cual nunca se habían adentrado los sistemas filosóficos: debía ser algo totalmente distinto pero no extraño, que ninguna filosofía había imaginado o que, concibiéndolo con la imaginación, había considerado una locura. “En suma, Dios deja de ser grado más inaccesible de una perfección común al hombre y al dios, para ser una esencia que sobrepasa todo lo humano”. (Ibidem)

Y Cristo no es llamado hombre-Dios a la manera de los gentiles, es decir, por aproximación máxima a la perfección de Dios o por una especie de intimidad moral con Dios (Nestorio); y ni siquiera a la manera de la paradoja estoica según la cual el sabio es semejante a Dios o incluso superior a Él, porque Él es santo por naturaleza, mientras que el sabio se hace santo a sí mismo. Cristo es ontológicamente hombre y ontológicamente Dios, y así la constitución ontológica teándrica constituye su misterio.

Que dicho misterio no contradice a la razón se deduce del concepto, inaugurado por la nueva religión, del ser divino como Trinidad, en cuyo seno el infinito piensa y se ama a Sí mismo como infinito y por lo tanto se mueve más allá de los límites dentro de los que opera la inteligencia creada. (Cfr. Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et declarationum de rebús fidei et morum)

En efecto, si la razón se niega a someterse a la Razón resulta ultrajado su derecho a lo sobrenatural. En sentido estricto, la negación del sometimiento impide a la razón conocerse a sí misma, al no poder reconocerse como limitada ni por tanto reconocer nada más allá de su propio límite.

De tal forma, de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia surge un verdadero momento decisivo en la historia de la religión, ya que se define el dogma en contraposición a las diferentes posiciones y se establece de forma universal (Katholika), para superar toda crisis, y puesto que, como toda crisis, por una parte separa una esencia de lo que es heterogéneo a ella y por otra conserva la esencia de lo que le es propio, puede decirse que en Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia se ha conservado simpliciter la religión cristiana.

Configuración del dogma cristológico y autoridad de la Iglesia para definirlo

El depósito sagrado de que habla san Pablo en su epístola a Timoteo (1. Tim. 6, 20) fue depositado por los apóstoles al conjunto de la Iglesia (Catecismo Iglesia Católica #84). Fiel al depósito deben perseverar en la doctrina recibida por los apóstoles y en la comunión. Es por esto, que la iglesia en su oficio de “interpretar auténticamente la palabra de Dios” (Constitución Dei Verbum. Concilio Vaticano II), oficio que fue encomendado por el mismo Jesucristo, lo que garantiza la existencia de una Recta Opinión o “recta Doctrina” (Ortodoxia) que garantiza que el magisterio enseña puramente lo transmitido con la asistencia del Espíritu Santo.

El dogma Cristológico, como dogmatica central, se entienden como “luces en el camino de nuestra fe”, por lo que si la vida del cristiano es recta, garantiza estar abiertos y dispuestos a los dogmas de la fe.

Cuando la iglesia, para explicar y formular los dogmas cristológicos, tomó terminologías de origen filosófico, aún sin caer en las diversas herejías gnósticas que tenían el pensamiento filosófico como única herramienta para entender la revelación, por eso, al realizar esto, la Iglesia en ningún momento quería someter la fe a la sabiduría humana, tal como esperaban los gnósticos, sino de dar un sentido para significar el Misterio inefable: “infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana” (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios).

El dogma es entonces, un depósito de fe, es así como San Gregorio Nancianceno establece:

“Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres” (San Gregorio Nancianceno. Memoria)

Conclusión

El dogma cristológico, por tanto, está enfatizado en el reconocimiento de Cristo como Dios, así es como en el momento establecido por Dios Padre, el Hijo Unigénito, el Verbo, que es a su vez imagen substancial del Padre, se hizo carne sin perder la naturaleza Divina, asumiendo la naturaleza humana, también sin perderla. Es así como Cristo, en una misma persona, es Verdadero Dios y verdadero Hombre, por lo que se constituye en único mediador de los hombres. Estas dos naturalezas no se confunden sino que están perfectamente unidas en la única persona del Hijo de Dios. Por esta razón, tiene inteligencia y voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y voluntad divinas que tiene en común con las otras dos Divinas Personas.

Referencias

Amerio, Romano. Iota Unum. 1985

Constitución Dei Verbum. Concilio Vaticano II

Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et declarationum de rebús fidei et morum

Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios.



San Gregorio Nancianceno. Memorias.

jueves, 24 de junio de 2010

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA EL NUEVO RETO DE LA IGLESIA

Julián M. Vélez T.

Seminario San Willibrord

El nuevo reto de la Iglesia

Ante las actuales circunstancias del mundo, y luego de pasar por evidentes revoluciones, donde el concepto de humanidad se ha venido actualizando, la iglesia no debe estar ausente y estática; es por esto, que a la luz del evangelio siempre actual, ha mantenido posiciones que caracterizan el actuar Cristiano en el mundo contemporáneo.

Al hablar entonces, del progreso de los pueblos, no en el sentido de evolución histórica de las civilizaciones, sino más bien en la adecuación de las realidades de las culturas a un mundo totalmente abocado hacia realidades económicas y políticas muy definidas, donde el concepto de desarrollo se avoca principalmente a conceptos macroeconómicos, de medición económica y técnicos, dejando a un lado virtudes propias del pensamiento cristiano, la iglesia interviene en forma constante y analítica sobre el proceso y concepto de Desarrollo.

Concepto de Doctrina Social de la Iglesia

Es así como desde su Doctrina social, la Iglesia propone caminos, sin dejar a un lado el concepto o mensaje evangélico, donde el hombre puede “realizarse socialmente”, interviniendo en el desarrollo de una forma Integral. Es así como los Pontífices han expuesto: “el gran tema del desarrollo de los pueblos con el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo … el anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo” (Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967)). Con esto, el proceso de desarrollo no debe estar fracturado, sectorizado o independizado entre cultura de los pueblos y técnicas antropológicas o científico-sociales.

Si Cristo mismo es la Verdad, es Caridad, es camino y vida, es en él donde se encuentra el verdadero desarrollo (Benedicto XVI, Carta Enc. Caritas in veritate, 29 de junio de 2009) por lo que podría entenderse que El Desarrollo de los pueblos se debe principalmente a un factor indudablemente histórico y endógeno: el pleno y verdadero interés por la verdad, y no hay más verdad que Cristo, vivo y resucitado.

El Concepto Técnico de Desarrollo

El concepto de Desarrollo, desde la perspectiva económica, se entiende como “Crecimiento Económico”, es decir, como el crecimiento de las diferentes variables económicas que conllevan a un mejor estado de la sociedad. Muchas veces, el nivel de desarrollo se mide por el incremento o estado de variables como Ingreso per cápita de un país, índice de Necesidades básicas insatisfechas, coeficiente de Gini, entre otros, relacionado casi exclusivamente el concepto de desarrollo con el de Crecimiento Económico, donde los “demás desarrollos” son consecuencia natural, movidos por un mecanismo de transmisión enclavados en el mejoramiento del nivel de ingresos de una persona o una sociedad.

Pues bien, el proceso de desarrollo económico, que empuja a los demás desarrollos, está asociado al capitalismo y más específicamente a su etapa industrial (MOLINA, Gustavo Adolfo. Estado y el Desarrollo Económico y Social en Colombia. Editorial Etcétera. Medellín. 2003.) Si bien es cierto que el proceso económico humano no sólo ha existido exclusivamente con este Modo de producción, puede entenderse este último como la evolución natural e histórica del “logos aeconomicus”, un progreso de los diferentes modos de producción. El desarrollo económico, entonces, en términos generales, puede definirse como: “El proceso por el cual se aumenta el Producto Nacional Bruto real Per Cápita de una región o ingreso durante un periodo de tiempo determinado con incrementos en la productividad per Cápita” (SALVATORE, Dominick y DOWLING, Edward. Desarrollo Económico Ed. Mc Graw Hill. México 1979) sin embargo, dentro de la misma disciplina de la economía ha habido escuelas del pensamiento que han diferido en posiciones referentes a este asunto (Clásica, Marxista, Marginalista O Neoclásica, Keynesiana, institucionalista entre otros)

Estas corrientes han marcado los diferentes modelos de desarrollo que se han aplicado en los países durante los últimos doscientos años, abogando unas por el “Laisser Faire” (libre comercio o liberalismo económico), otras por la intervención del Estado (Estado de bienestar o Estado Interventor) y otras por soluciones intermedias de economía mixta. Estando ahora muy de auge la propuesta de “globalización” o neoliberalismo como mejor opción de desarrollo.

Dentro de estas concepciones de tipo teórico, surgen diferentes modelos de desarrollo, que han sido aplicados a través de los años, en diferentes países, y regiones con algunos resultados positivos y otros no tan fructíferos. La aplicación de estos modelos han desencadenado realidades históricas importantes, y podría decirse que han sido motor de la misma historia. El proceso de conformación del Modo de Producción Capitalista se dio gracias a las diferentes revoluciones burguesas en los siglos XVIII y XIX, así como propuestas radicales que dieron origen a bloques de tipo político y económico que determinaron guerras inclusive. Es por esto que las propuestas teóricas de desarrollo generan posiciones políticas muchas veces irreconciliables, movidas por un espíritu netamente cientificista que niega la participación de Dios en la Historia.

Posición de la Iglesia al concepto de Desarrollo

Ante esta situación la iglesia manifiesta su posición en la Doctrina social de la iglesia, a partir del anuncio del Reino de Dios anunciado por Cristo, propone lo que los científicos sociales y económicos han descuidado, un factor sin duda importante y determinante:

“La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es «caritas in veritate in re sociali», anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez de los dos ámbitos cognitivos. El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.” (Benedicto XVI, Caritas in Veritate)

Así como se ha anunciado y generado modelos económicos matemáticamente explicados para expresar el concepto de desarrollo, un factor de tipo social y que podría configurarse también en el sentido cultural no ha tenido cabida: el Concepto de Verdad, el concepto de la Caridad o amor de Cristo que mueve la dinámica de los que creemos en Él: la cooperación, la solidaridad que son valores existentes sólo donde se reconoce la existencia de la sociedad, de lo social. La máxima muchas veces erigidas por los Cristianos Católicos a través de la historia, resuena más profundamente en estos tiempos: “Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo” por eso, “Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad. ” (ibídem)

El mensaje de la Iglesia ha de ser siempre el mismo: “la Salvación de los hombres sólo es alcanzada por Cristo, único mediador” En efecto, siendo Cristo el salvador y anunciador del Reino de Dios, no se debe entender sólo en el aspecto escatológico, sino también, al recibir el mensaje, el ser humano debe responder conforme al mensaje, adelantando la Ciudad de Dios en este Valle de lágrimas, así como en los tiempos apostólicos “compartían el pan”. Es una denotación de la caracterización humana de “actuar como se piensa” el “Uius Mores…”

El proceso liberalizador del hombre no se establece entonces en una revolución donde los “no poseedores” (pobres) se liberan del contrato impuesto con los “poseedores” (Ricos), sino que el proceso liberalizador va más allá, en el sentido de que la liberalización que es alcanzada con Cristo, es una liberalización que nos libra de la esclavitud del pecado. La expresión “esclavitud” aunque enraizada e identificada con la “esclavitud” terrena, no debe entenderse de forma idéntica, ya que la esclavitud terrena se basa en las relaciones de las llamadas Clases sociales, donde los poseedores de los bienes (ricos) se apropian inclusive de aquellos que tan solo pueden aportar el factor Trabajo, convirtiéndose en poseedores del factor productivo del otro, o en casos más extremos siendo ellos “bienes poseídos por el otro”. Desde el punto de vista Cristiano, la esclavitud del pecado aunque una “posesión” no se refiere a dos agentes físicos humanamente identificables, sino más bien a la posesión del Hombre, tanto rico como el pobre, del deseo de pecar, de la intuición pecaminosa, del “dominio de los demonios que establecen el control en el hombre que lo obligan (al hombre) a pecar” es decir, el hombre es esclavo del pecado cuando permite “quebrantar la alianza con Dios”; ahora bien, el mandato de Cristo es reconocer al otro como mi hermano: “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Cfr. Juan) empezar a distinguir al hermano como tal, es asumir el mensaje evangélico, aún en aspectos de relaciones económicas de patrón y obrero, es posible vivir intensamente el evangelio reconociéndose recíprocamente esta naturaleza: de hermanos que deben amarse a semejanza de Dios. En efecto, no es necesario destruir la relación histórica de poseedores y poseídos, sino más bien, reconocer la caracterización humana de hijos de Dios, que llevará de forma natural a una adecuada edificación del Reino de Dios, de la ciudad de Dios, con Cristo Mismo como Rey, así se alcanzaría el Reinado social de nuestro Señor Jesucristo, adecuándose de forma ejemplar a los tiempos actuales, sin necesidad de propender o promover revoluciones políticas y económicas, que terminan, en todo caso, con el derramamiento de Sangre de los hermanos, cayendo en el mismo pecado, redundando en la esclavitud, ya no solo del pecado sino también de las ideologías, ya que como decía Pablo VI: el sentido de la política y el peligro que representaban las visiones utópicas e ideológicas que comprometen en el hombre, su cualidad ética y humana.” La liberalización entonces, debe darse primero en el aspecto teológico y filosófico puramente dicho, y luego en el sentido humano e histórico, desconocer la caracterización teológica de la liberalización es estancarse en la esclavitud continua, en un círculo vicioso que se estanca no solo en la propia esclavitud a la ideología, sino también atrasa el desarrollo integral del hombre y por tanto, el desarrollo social de los pueblos.

Conclusión

La evangelización es, por tanto, el único motor de desarrollo, es así como se entiende que el desarrollo humano e integral es una vocación por la que debe optar el Cristiano, además de ser vocación, es una necesidad de reconocer la Verdad, que es Cristo, y para ello, el anuncio de esa verdad encontrada en el Evangelio. El anuncio del evangelio, por tanto, es una necesidad para el cristiano, cualquiera que sea su condición en el interior de la Iglesia. El Anuncio de que Cristo es el Señor, y por tanto es la Verdad revelada, lo constituye en el hasta ahora ignorado factor de desarrollo; es obligación, en efecto, del cristiano anunciar al mundo esta necesidad de reconocer la verdad, entendida también como conocimiento y amor de Dios, como factor indudable para el verdadero desarrollo humano integral que establecería el desarrollo de los pueblos y de las naciones.

No es posible destruir el estrecho vínculo existente entre el evangelio y la vida Cristiana, por tanto, no es posible, pedirle al cristiano vivir su vida de forma independiente y personal, de una forma subjetiva su fe, sino que esa fe debe de vivenciarse en el mundo real, entender plenamente el concepto de Misión: “el de anunciar a todo el mundo el Reino de Dios”, el de practicar en el mundo esa convicción que se tiene de haber conocido la verdad, vivirla y edificarla. Esa ha de ser la acción de la iglesia militante desde los primeros niveles, desde el accionar de los laicos, evitando todas las formas grotescas de propaganda, que pueden reducir al fiel y al sacerdote en meros promotores de una entidad necesitada de fieles, haciéndose incluso “esclavos” de los errores del mundo y renunciando así al evangelio de Cristo y a la fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia. Es necesario por lo tanto, diferenciar el accionar de la Iglesia en el mundo, a la Propagación de la Iglesia en el mundo como si fuera una opción más de identificación cultural. En el primer aspecto, debe estar dirigida la Doctrina Social de la Iglesia, que de forma progresiva y en acompañamiento del Espíritu Santo continuará obrando cambios sociales en el mundo; diferenciándose a la Iglesia “que se prostituye buscando quedar bien con el mundo y con la pseudo- ética y moral imperante” que contradice el mandato apostólico y la verdad revelada por los siglos en la iglesia.

Referencias

BENEDICTO XVI. Carta Encíclica “Caritas in Veritate”. Ciudad del Vaticano 29 de junio de 2009



MOLINA, Gustavo Adolfo. Estado y el Desarrollo Económico y Social en Colombia. Editorial Etcétera. Medellín. 2003.



PABLO VI. Carta encíclica. Populorum progressio (26 marzo 1967)



RATZINGER, Joseph. instrucción sobre algunos Aspectos de la "teología de la liberación". Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. 6 de agosto de l984



SALVATORE, Dominick y DOWLING, Edward. Desarrollo Económico Ed. Mc Graw Hill. México 1979.



CAPÍTULO DUODÉCIMO: DOCTRINA SOCIAL Y ACCIÓN ECLESIAL, documento facilitado