Julián M. Vélez T.
Seminario San Willibrord
Creación histórica del dogma cristológico.
Ante las diferentes herejías que tomaron la iglesia desde sus inicios, pero que no fueron resueltas sino después del reconocimiento oficial del Cristianismo como “Religión legal del imperio”, se había pasado de larga la evidente crisis que evidenciaban los diferentes rumbos, caminos y sectas al interior del Cuerpo místico de Cristo. Ante esta sucesivas crisis, donde los cristianos de los diferentes partidos y escuelas no parecían estar a la par de la ortodoxia, el Emperador trató de solucionarlo evidenciado en la residencia de verano de Constantino. La crisis de Nicea significa la separación de lo dogmático respecto a lo filosófico (posiciones gnósticas) y la orientación del Cristianismo como religión sobrenatural y del misterio. De hecho, el Arrianismo fue un intento de quitar sustancia al kerygma primitivo e introducirlo en el gran movimiento gnóstico.
Éste, haciendo de la gradación de los entes desde el Hylé al Nous esquema general de la realidad, suprimía la creación y acababa con la trascendencia. Que el Verbo no fuese consustancial, sino similar al Padre, tranquilizaba las exigencias de la inteligencia humana, pero acababa con la especificidad de la fe, la cual anuncia la existencia de un ser que puede ser sujeto de estas dos proposiciones: este individuo es hombre y este mismo individuo es Dios.
Con las definiciones conciliares de Nicea y con las subsiguientes de Efeso (431) y Calcedonia (451), “la Iglesia se separa de la concepción antigua del dios como perfección del hombre y de la religión como culto de valores intramundanos y excluyente de todo lo sobrenatural”. (Cfr. Amerio, Romano. Iota Unum. 1985)
Jesucristo no podía ser dios a la manera del César, o de los Augustos divinizados, o de los inmortales dioses de Epicuro: perfectos santos, pero de una sustancia homogénea con la del hombre. Concepción propia de los mitos Greco-romanos referente a los dioses, los hijos de los dioses, que son conocidos como “héroes”.
No podía ser aquello más allá de lo cual nunca se habían adentrado los sistemas filosóficos: debía ser algo totalmente distinto pero no extraño, que ninguna filosofía había imaginado o que, concibiéndolo con la imaginación, había considerado una locura. “En suma, Dios deja de ser grado más inaccesible de una perfección común al hombre y al dios, para ser una esencia que sobrepasa todo lo humano”. (Ibidem)
Y Cristo no es llamado hombre-Dios a la manera de los gentiles, es decir, por aproximación máxima a la perfección de Dios o por una especie de intimidad moral con Dios (Nestorio); y ni siquiera a la manera de la paradoja estoica según la cual el sabio es semejante a Dios o incluso superior a Él, porque Él es santo por naturaleza, mientras que el sabio se hace santo a sí mismo. Cristo es ontológicamente hombre y ontológicamente Dios, y así la constitución ontológica teándrica constituye su misterio.
Que dicho misterio no contradice a la razón se deduce del concepto, inaugurado por la nueva religión, del ser divino como Trinidad, en cuyo seno el infinito piensa y se ama a Sí mismo como infinito y por lo tanto se mueve más allá de los límites dentro de los que opera la inteligencia creada. (Cfr. Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et declarationum de rebús fidei et morum)
En efecto, si la razón se niega a someterse a la Razón resulta ultrajado su derecho a lo sobrenatural. En sentido estricto, la negación del sometimiento impide a la razón conocerse a sí misma, al no poder reconocerse como limitada ni por tanto reconocer nada más allá de su propio límite.
De tal forma, de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia surge un verdadero momento decisivo en la historia de la religión, ya que se define el dogma en contraposición a las diferentes posiciones y se establece de forma universal (Katholika), para superar toda crisis, y puesto que, como toda crisis, por una parte separa una esencia de lo que es heterogéneo a ella y por otra conserva la esencia de lo que le es propio, puede decirse que en Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia se ha conservado simpliciter la religión cristiana.
Configuración del dogma cristológico y autoridad de la Iglesia para definirlo
El depósito sagrado de que habla san Pablo en su epístola a Timoteo (1. Tim. 6, 20) fue depositado por los apóstoles al conjunto de la Iglesia (Catecismo Iglesia Católica #84). Fiel al depósito deben perseverar en la doctrina recibida por los apóstoles y en la comunión. Es por esto, que la iglesia en su oficio de “interpretar auténticamente la palabra de Dios” (Constitución Dei Verbum. Concilio Vaticano II), oficio que fue encomendado por el mismo Jesucristo, lo que garantiza la existencia de una Recta Opinión o “recta Doctrina” (Ortodoxia) que garantiza que el magisterio enseña puramente lo transmitido con la asistencia del Espíritu Santo.
El dogma Cristológico, como dogmatica central, se entienden como “luces en el camino de nuestra fe”, por lo que si la vida del cristiano es recta, garantiza estar abiertos y dispuestos a los dogmas de la fe.
Cuando la iglesia, para explicar y formular los dogmas cristológicos, tomó terminologías de origen filosófico, aún sin caer en las diversas herejías gnósticas que tenían el pensamiento filosófico como única herramienta para entender la revelación, por eso, al realizar esto, la Iglesia en ningún momento quería someter la fe a la sabiduría humana, tal como esperaban los gnósticos, sino de dar un sentido para significar el Misterio inefable: “infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana” (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios).
El dogma es entonces, un depósito de fe, es así como San Gregorio Nancianceno establece:
“Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres” (San Gregorio Nancianceno. Memoria)
Conclusión
El dogma cristológico, por tanto, está enfatizado en el reconocimiento de Cristo como Dios, así es como en el momento establecido por Dios Padre, el Hijo Unigénito, el Verbo, que es a su vez imagen substancial del Padre, se hizo carne sin perder la naturaleza Divina, asumiendo la naturaleza humana, también sin perderla. Es así como Cristo, en una misma persona, es Verdadero Dios y verdadero Hombre, por lo que se constituye en único mediador de los hombres. Estas dos naturalezas no se confunden sino que están perfectamente unidas en la única persona del Hijo de Dios. Por esta razón, tiene inteligencia y voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y voluntad divinas que tiene en común con las otras dos Divinas Personas.
Referencias
Amerio, Romano. Iota Unum. 1985
Constitución Dei Verbum. Concilio Vaticano II
Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et declarationum de rebús fidei et morum
Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios.
San Gregorio Nancianceno. Memorias.
Segun lo dado por la Iglesia y desarrollado en este articulo se nos pide que creamos, sin opinar? o de ver a un Jesus historico y no al Cristo de la fe? creo que para la posicion actual de la Iglesia catolica en el mundo. seria más facil y viable hablar de un Jesús historico(aho alusion diciendo ue hay que rocordas las palabras de aquel sabio; la filosofia y la ciencia tiene que ser las alas de la fe).
ResponderEliminarLa opción de "opinar" no es propia en una estructura de pensamiento Dogmática, ni Ideológica; la verdad se revela, es decir, se muestra tal y como es, no se construye y no da cabida tampoco a la "verdad subjetiva" o a la conciencia de "múltiples verdades" que darían pie a la posición de "opinar". Con respecto a la pregunta sobre el Cristo Histórico y al Cristo de la Fe, no se trata de ver a Jesús en alguna de ambas fascetas, ya que Jesús, El Cristo, es Uno indivisiblemente establecido, tanto como Dios (a lo que daría cabida la definición de "Cristo de Fe") y al Hombre (Cristo Histórico) las definiciones de fe de Nicea, Constantinopla y Calcedonia son claras en el sentido de ver de una "nueva forma" no entelegible a los humanos, pero naturalmente tan familiar que rompe con los esquemas filosóficos o científicos. La Iglesia como guardiana de la fe, de la Verdad (Revelada, unica e inmutable) no puede cambiar al pos de los tiempos por "posiciones actuales en el mundo". Por tanto, para ver a Jesús se deben Romper esquemas que superen aún las "alas de la fe" a las que alude aquel filosofo, ya que: "he aquí a Alguien que es Más que Salomón... que Eliseo..." (Cfr Evangelio)
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