La cultura Helénico-romana, había considerado la existencia de Hijos de Dios, es decir, de semidioses, que poseían dos características: la humana, y la divina. Es así como personajes de la Mitología griega, llamados Héroes fueron protagonistas y forjaron las identidades de estos pueblos antiguos. La actitud de San Pablo en Atenas, en donde predicó en nombre del Dios desconocido, y las explicaciones sobre la condición de Jesús, permitieron por un lado, la conversión de los gentiles, pero al mismo tiempo, se formaran malas interpretaciones sobre la verdadera naturaleza de Cristo, situaciones estas que no se solucionaron sino hasta los Concilios de Nicea y Constantinopla hacia el siglo IV.
El acontecimiento único de la encarnación de Jesús, no hace que la naturaleza de Cristo sea similar o igual a los de los héroes griegos, es decir, sea en parte Dios o en Parte Mortal, ni tampoco que sea una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. La acción del Espíritu Santo en el momento de la Encarnación hace que Jesús sea verdaderamente humano, sin dejar de ser Verdaderamente Dios (Deo Vero), por lo tanto, Jesucristo es Verdadero Dios y Verdadero Hombre. “la Iglesia debió defender estar verdad de fe durante los primeros tiempos frente a unas herejías que la falseaban” (Catecismo de la Iglesia Católica. 88)
Jesús es hombre ya que como dice San Juan es “venido de la Carne” (1 Jn 4, 2,3), y al mismo tiempo es el Verbo (Jn 1 cfr con Gn 1), es decir Dios. Por lo que Cristo es de la “Misma Naturaleza que el Padre” (aquí Homousios es traducido como naturaleza, también traducido como Substancia) por lo que Jesús es de Naturaleza Divina y no de adopción, ésta máxima fue adecuadamente introducida en la Iglesia por el Concilio de Nicea en 325 para condenar las falsedades de Arrio, que proponía que sería “de una substancia distinta al Padre”.
Según los arrianistas, el Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad, no gozaba de la misma esencia del Padre, sino que se trataba de una divinidad subordinada o de segundo orden, puesto que había sido engendrado como mortal, afirmación que se fundamentaba en antiguos escritos del cristianismo y en especial en algunos comentarios de Orígenes. Para Arrio y sus seguidores, la esencia de Dios, fuente rectora del cosmos, creadora y no originada, existe por la eternidad; convertía al Verbo en una criatura que gozaba de la condición divina, en efecto, pero en cualquier caso en la medida en que el Verbo participaba de la gracia, y siempre subordinado al Padre y a su voluntad.
Caso distinto con los Nestorianos que veían a Cristo con dos personas: una Humana, la encarnada, y otra divina, el Hijo de Dios, para esto la Iglesia solemnemente proclamó: “El verbo, al unirse en su persona a una carne animada por un alma racional, se hizo hombre”(Ibidem 250). Nestorio predicaba una variante de la doctrina ortodoxa relativa a la naturaleza de Jesucristo. Nestorio afirmaba que en Cristo la forma divina y humana actuaba como una sola, pero no se fundía para componer la unidad de un solo individuo. También afirmaba Nestorio que la Virgen María no podía ser llamada Madre de Dios, como la denominaban los cristianos ortodoxos, ya que su hijo, Jesús, nació como hombre, derivando su divina naturaleza no de ella sino de su Padre, que le engendró.
Pero el Concilio de Éfeso proclamó que María llego a ser con toda verdad “madre de Dios mediante la concepción humana del Hijo de Dios en su seno: “Madre de Dios, no porque el Verbo de Dios haya tomado de ella su naturaleza divina, sino porque es de ella, de quien tiene el cuerpo sagrado dotado de un alma racional, unido a la persona del verbo, de quien se dice que nació según la carne” (Ibidem 251)
Ya se ha mencionado el caso de Arrio, que establecía que la naturaleza de Cristo era distinta a la del Padre y subyugada el primero del segundo, los nestorianos consideraban que en Cristo habían dos personas esas personas distintas y distinguibles entre sí, los monofisistas, en cambio, afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como tal en Cristo al ser asumida por su persona Divina de Hijo de Dios, es decir, Cristo dejaba de ser verdadero hombre para ser única y exclusivamente verdadero Dios, diferente a la coexistencia y subyugación arriana, y distinta a las dos personas por las que abogaban los nestorianos.
Pero el Concilio de Calcedonia estableció ante esta nueva Herejía:
“Siguiendo, pues, a los Santos padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo hijo y Señor nuestro Jesucristo: Perfecto en la divinidad, y perfecto en la Humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre compuesto de alma racional y cuerpo: consubstancialmente con el Padre según la divinidad, y consubstancial con nosotros según su humanidad, “en todo semejante a nosotros menos en el pecado” (Hb 4, 15) nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad, y por nosotros y por nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, La Madre de Dios, según la humanidad. Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola persona”. (Ibidem)
No se trata entonces que en el momento de la Encarnación, en el momento del Bautismo o en el momento de la Autorrevelación o transfiguración, la naturaleza presente en Cristo se revierten, cambian o transforman, como muchos herejes pretendieron. Las dos naturalezas persisten a lo largo de toda la vida de Jesús. Por lo que no hay sino una sola “Hipóstasis” (o persona), que es nuestro Señor Jesucristo, uno del a Trinidad, estableció el V Concilio Ecuménico celebrado en Constantinopla, para lo que todo lo que le aconteció a Cristo, debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (Conclusiones Concilio de Efeso) no solo los milagros sino también los sufrimientos y la misma muerte.
En la misma liturgia entonces, la Iglesia confiesa que Jesús es inseparablemente Verdadero Dios y verdadero Hombre:
“Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit” (Sin dejar de ser lo que era ha asumido lo que no era) (L. H. Antífona de Laudes del primero de Enero) al igual que la liturgia de San Juan Crisóstomo: “¡Oh Hijo unigénito y Verbo de Dios! Tú eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo, ¡Sálvanos!” (Liturgia Bizantina. Tropario “Omonoghenis”.)
Referencias:
BIBLIA DE JERUSALEM
Catecismo de la Iglesia Católica. 88 EDICIÓN ESPECIAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA.
Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, Definitionum et declarationum de rebús fidei et morum.
Liturgia Bizantina. Tropario “Omonoghenis”
Liturgia de las Horas. Tomo I. Antífona de Laudes del primero de Enero
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